martes, 27 de enero de 2009

Bolivia: Referéndum por la NCPE

Si te crees demasiado inteligente como para no ser parte de la Política,
tendrás que vivir resignado a ser gobernado por los más idiotas (Platón)

El anuncio porcentual del primer conteo de votación del Referéndum del 25 de enero –nueva Constitución Política del Estado (CPE)– en base a las primeras actas llegadas desde las capitales de Bolivia, junto al festejo de los que perdieron y los que perdieron (sí, de un lado perdieron y del otro también perdieron), fue una muestra más de la inconsistencia y la esquizofrenia política que vive Bolivia, desde la imposición del neoliberalismo en la década de los ochenta.

Como se ve, varios son los niveles de lectura que los signos mediatizados del Referéndum nos permiten definir.

Si el divorcio entre la burguesía por un lado y los indígenas más el proletariado por el otro, era una herencia de la colonia, con el transcurrir de la República –con sus 16 Constituciones, más las cientos de reformas o enmiendas, más el fórceps de la globalización– hicieron que el apartheid se hiciera intolerante desde las desigualdades que promovían injusticia y saqueo por los gobiernos de turno.

En esas condiciones, arribamos al proceso de “Refundación de Bolivia”, con tres fenómenos sociales, como antecedentes inmediatos:
marcha de los pueblos indígenas del oriente –dignidad e incorporación al Estado boliviano–
clase obrera y clase media hastiada del agotamiento del sistema político partidario nacional
cívicos con pretensiones de superar la tutela del Estado nacional.

Un escenario como legitimación de privilegios, entre necesidades colectivas; y un otro escenario, de reivindicaciones identitarias, utilizados como mortaja para extorsionar y chantajear desde las ONGs.

El divorcio y la inconsistencia política boliviana –a lo largo de su historia– han tenido apenas dos miserables manifestaciones: el vaciamiento de lo político desde el borramiento del-otro y la maniobra populista –léase prebendalismo– y la corrupción institucionalizada.

Inconsistencia que vuelve a auto-reprobarse con este último Referéndum y que ratifica su vocación de desarticulación del colectivo social boliviano, a favor de quienes “conociendo la ley, inventan la trampa” y “siempre caen parados”.

Ese domingo 25 de enero, en un canal de televisión –no recuerdo cuál– mostraban
en pantalla dividida varias capitales: La Paz, Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra, Sucre, Tarija y Porvenir (Pando) éste último importante gracias a Quintana.

Cada uno festejaba el “triunfo parcial” y “total”, muy similar a la esquizofrenia de las 2 preguntas que se hicieron en el mismo Referéndum –hipótesis que señalé en párrafos anteriores y que se comprueba con la hermenéutica política–

El principio aristotélico dice que el todo es mayor que las partes.

Desde toda lógica matemática, todo principio democrático y procedimental, no es correcto, ni constitucional, preguntar –el mismo día y en una misma papeleta de sufragio– sobre la parte que falta a la propuesta de CPE y al mismo tiempo y en la misma papeleta, preguntar si se aprueba el texto completo, que no está completo porque la falta lo que se pregunta arriba.


La pregunta del Artículo colgandijo de la propuesto de CPE, debió ser formulada y dirimida por el soberano, en una fecha anterior al Referéndum aprobatorio de la nueva CPE; luego –en un periodo de 6 meses de diferencia– debió ser incorporada a la propuesta de CPE, por la Asamblea Constituyente, para luego ser aprobada en un Referéndum.

Pero el Pacto de Palacio Quemado –octubre de 2008– del que formaron parte el Movimiento Al Socialismo (MAS), los partidos tradicionales en calidad de momias resucitadas (PODEMOS, MNR, UN, junto a otros partidos uninominales) y ONGs, apuraban los tiempos, para que lo incierto no se hiciera evidente.

Ya en un anterior artículo me referí a la Constitución del Congreso o “Pacto de Palacio Quemado”, como cúlmine de la inconsistencia política –divorciada del real social boliviano– que in cresscendo pasó por una escala de modificaciones de Artículos: primero en Oruro, modificando lo definido en Sucre; después las del Comité de Revisión de Sintaxis y Concordancia –dirigida y vigilada por la Vicepresidencia de la República
y finalmente la del Congreso: El Poder Constituido que se erigió por encima del Poder Constituyente –único ejemplo de esquizofrenia en el planeta tierra– quien modificó cerca de 200 Artículos.

La “Refundación de Bolivia” nos ha sido arrebatada.

Refundar quiere decir volver a plantear quiénes somos, de dónde venimos, qué errores cometimos y hacia dónde queremos ir.

Lo que veremos de aquí en más, será el reforzamiento del circulo vicioso de construir un país en el año cero; donde no somos incluidos todos los que conformamos el colectivo social boliviano, donde no nos permitimos construir nacionalidad boliviana y donde hablaremos de 36 nacionalidades indígenas-originarias-campesinas (término estúpido, cargado de paternalismo, desprecio e instrumento de reforzamiento del apartheid existente) y otra nacionalidad mestiza, casi nebulosa a punto de convertirse en asteroide o en meteorito.

Lo que sigue es una maestría en esquizofrenia política y social, un vaciamiento del yo, desde el borramiento del-otro; un manoseo de lo identitario, hasta la grosero cinismo de la inclusión abstracta, pero la exclusión concreta de los escenarios, instrumentos y procedimientos del ejercicio del poder.

Guardo todavía una leve esperanza: la conformación de una sociedad civil organizada desde y para el Bien Común; consciente, coherente, consistente con la necesidad histórica del país, capaz de conformar nación, de “Refundar Bolivia, e iniciar la historia desde el año 1.

No hay comentarios: