El choque de un taxista, me hizo caer en cuenta sobre la realidad social y política boliviana; y para que se entienda, paso a relatar el incidente.
Ingresaba por la avenida Piraí, del cuarto al tercer anillo de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra; venía por mano izquierda, porque como los colectivos suelen detenerse cada vez que el pasajero dice "parada", la vía menos frenada es la izquierda. Mientras circulaba por dicha avenida, veía que un taxista costuraba la calle, en su afán de ir más rápido. Los vehículos que venían por el carril izquierdo, le cerraban el paso, porque la cola de autos era larga y porque el fulano, sin señales de cambiar de carril, pretendía que le abrieran paso, con la sola insinuación de la trompa de su taxi.
Al ingresar a la rotonda del tercer anillo externo, al lado del mercado Abasto, de pronto fui cercada por otro taxi que se "metió" a la rotonda desde mi izquierda, dejándome apretada entre el costurero de la calle y él; frené y en ese breve instante de cálculo de los espacios y las maniobras, de los unos y los otros, el taxista costurero de la calle, especuló sobre el cuándo me detendría; lamentablemente para ambos, mi frenada no fue coincidente con su decisión de rebasarme de derecha a izquierda y se agarró un raspón de unos 30 cm o más (no recuerdo)
Las vociferaciones del hombre, más el tumulto de la gente que se enganchaba con el problema, me hizo acuerdo del dicho que dice: "el camba (como cualquier otro colectivo social) reclama, para que no le llamen la atención" y me hizo acuerdo también, de los episodios políticos y sociales, en los que los protagonistas apuestan por que el que más grite, más rápido conquista lo que quiere.
Yo, ilusa, creída que la policía vería la maniobra, la trayectoria de la raspada, el inicio y final de la raspada y resolvería que el taxista era el que me/se había chocado, no acepté el "trato" que me ofrecía el taxista costurero de la calle: "arreglemos nomás".
El taxista costurero de la calle, los agentes de mi seguro, el policía y yo, estábamos ahí en la comisaría a punto de resolver el choque. El agente me pidió que ingresara mi vehículo al estacionamiento de la Policía, mientras observaba cómo en una sola maniobra estacioné mi camioneta, mientras que le pedía lo propio al taxista costurero de la calle, quien teniendo toda la mitad del parqueo hizo como 5 maniobras para estacionar su vehículos de manera decente. Me reí: todavía creía que la razón y la lógica, mandaría en estos temas.
Ya en la oficina, tanto la policía como los agentes de mi seguro, me explicaron que lo más sencillo, menos engorroso y barato, sería que mi seguro reconozca el choque nomás, porque, he aquí mi sorpresa "el taxista no tiene ni SOAT, pobre hombre".
Junto con mi cara, la sorpresa y el primer pensamiento: "estoy en medio de una conspiración masculina"; luego pensé, quizás no expliqué bien el tema, por lo que insistí en la reconstrucción del accidente, al que accedió la policía a través de unos autitos y tableros de simulacro de posibilidades de accidentes de vías de tránsito que tienen.
Entre entradas y salidas de los policías, el taxista y los del seguro, yo perdida en el escenario, los procedimientos, la cultura y el "así se hace", entendí y cedí: "sino va a tener que dejar su vehículo unos 2 a 3 días, después le harán un examen de alcoholemia, otro de conducción y quizás el trámite salga más caro que la multa (léase gastos administrativos de tránsito)". Pagué "la multa", que obviamente resultó ser más cara para mí, porque no era una "pobre taxista", ah! y además tenía el seguro que cubría todo.
Ahí descubría la primera verdad que me había sido velada: el seguro no es para quien lo contrata, sino para quien nos agrede.
He aquí mis otras conclusión de la situación:
1. No importa la mala, prohibida y hasta peligrosa maniobra previa al accidente, a quien le imputan el costo final, es a quien puede pagar el desastre.
2. Las disculpas son siempre para el que peligrosamente conduce un vehículo público y las consecuencias o la factura a pagar, para los que los sufrimos como vecinos de las calles.
3. Las reglas (sean de tránsito o de lo que se les antoje) son eso: un adorno con telarañas en alguna biblioteca "pujusó" (llena de moho en cruceño).
4. La impunidad es para quien no tiene seguro contra accidentes, licencia, habilidad o idoneidad para conducir.
5. Si te hacés el canchero apelando a la lógica, razón, leyes, normas de tránsito, o lo que se les ocurra de regla, terminás de píii...tudo
Cualquier similitud con la realidad, es mera casualidad... ya me deprimí... hasta la próxima.
domingo, 8 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario