domingo, 1 de noviembre de 2009

Bolivia de elecciones y en discursos

La crisis que supuso la irrupción del discurso de los movimientos sociales, sobre los hegemónicos de poder neoliberal (desfalleciente, desgastado, desportillado, agotado y monótono) en estos últimos 5 años, no sólo los encontró (a los neoliberales) desnudos de contra-argumentos, sino que además desveló la trama hegemónica de construcción de realidad que tejían en cada elección nacional, reforzando un sistema democrático enano, famélico y esquizoide.

Enano porque no estaba a la altura de la realidad boliviana (una sociedad sobreviviente y un gobernante rentista, explotador); famélico porque se alimentaba de una dieta hipocalórica en proyecto nacional y participación democrática; y esquizoide porque negaba legitimidad a quien le había legitimado poder, cuando la reciprocidad es constitutiva y evidente.

Lo curioso es que a pesar de la dialéctica propuesta entre la hegemonía en agonía y la nueva hegemonía insurgente, el discurso tampoco se materializó en definición inclusiva de la realidad, sino que permaneció encerrada en los mismo tabúes, rituales y privilegios del discurso y dispositivos hegemónico de poder, del que renegaba.

De esta campaña electoral 2009, veo repetir los rituales de ironía, privilegio, impunidad y desaprensión por lo nacional. Veo el mismo desprecio por lo que consideran "periferia" del poder; veo la misma subestimación de inteligencia y memoria hacia los que les confieren legitimación.

Veo la misma estrategia y dispositivo de poder extorsivo y excluyente, inclusive en el voto que se nos pide para legitimarlos en el poder. Muchos bolivianos asistiremos a la elección nacional (de presidente y parlamentarios), ya sea con el voto consigna, o el ta-te-tí de la última encuesta o cantito que más nos quedó retumbando en la cabeza; porque nuestro sistema democrático, no nos permite otra opción más que la de votar por el menos peor.

Votarán por Reyes Villa, quienes votan contra Morales; votarán por Doria Medina, porque no les alcanza para apoyar al bombón y al cerebro autonomista Fernández; votarán por Joaquino o Loayza, por mantener la convicción socialista, pero es un voto no-Morales también; votarán por Morales-Lineras para que siga la "incomodidad" de los neoliberales que sobrevivieron al desbande y al camuflaje: sino miren al gabinete de Gobierno: sumarán las filas de los asesores despechados del poder.

Del proceso de cambio esperé la subversión de los valores neoliberales, por los sociales: de inclusión de lo que neoliberalmente se había estigmatizado y puesto en el cajón del tabú, como periférico, molesto, incómodo, digno de ocultar, bloquear, desarticular, corromper para debilitar y acallar en los procedimientos que ponen en circulación, los discursos hegemónicos.

Del proceso de cambio esperé, más allá de la nacionalización que nos negaron con verdades a medias, la subversión de los tabúes que nos hacen resentir al otro; los tabúes que no nos dejan madurar como sociedad; los tabúes de los temas tabúes, para que con humor, crítica y proposición, sepamos sobreponernos a los obtusos discursos inmediatistas, hormonales, fanáticos y prejuiciosos que construyen los discursos que se mediatizan.

Del proceso de cambio esperé la subversión de los rituales de circunstancia del discurso, menos hipócrita a la hora de repartir y recibir beneficios y privilegios.

Del proceso de cambio esperé la subversión del privilegio y exclusividad del poder hegemónico, para la socialización y mediatización de los discursos; porque al final, también demostró que lo que le interesaba era hacerse del centro de poder, para definir su periferia; la consigna seguía siendo: información es poder y quien mediatiza primero, define la realidad social.

Se sabía que la resistencia a ceder la hegemonía de poder neoliberal, sería deshonrosa; pero la deshonra no se desarticula con perversión.

Con cada día, con cada hecho, con cada referencia semántica y semiótica de construcción de la realidad, más dibujado y claro me quedaba el traje a medida que se tejieron las ongs, que también obedecen a intereses internacionales. Sin ir muy lejos, la propuesta de kilombo de 36 naciones, donde cada una vivirá en su Babel de autonomías (único experimento desquiciado del planeta), sólo favorece a quien el desorden le es funcional. Sino tendríamos que aceptar que Sudamérica está compuesta por 513 naciones y no por 12 países y 4 dependencias (Guyana francesa, Islas Malvinas, Islas Georgias y Sandwich del Sur) como hasta ahora.

A los procesos de exclusión a los que nos había acostumbrado la hegemonía de poder neoliberal, se le suma ahora la exclusión por descrédito, nominación y suplantación.

Cambiamos asesores estafadores, por asesores estafadores despechados del neoliberalismo: igualados en sus propósitos y deseos, tras los dispositivos de poder y el botín (tesoro). Cambiamos marginalidad y periferia, por rechazo y separación, sin que haya cambiado lo sustancial, apenas una semántica por otra.

Esa lastimosa línea de separación entre hegemonía neoliberal y periferia social que existía, se alimentaba de discursos y se mediatizaba idiotamente bajo un libreto de realidad; en la actualidad, la línea no se ha borrado, actúa de otra manera, en otras líneas y en otras instituciones, pero con efectos iguales. Se mediatizan por medio de proposiciones. Proposiciones dichas y mediatizadas por aquí, proposiciones dichas y mediatizadas por allá, imperceptiblemente solapando un sistema coactivo de exclusión de quien construye una realidad que nos quiere imponer, porque supone el ejercicio sin sobresaltos del poder.

No hay comentarios: